LA VOZ DEL PASTOR

El Santo Padre: 'Que los jóvenes descubran la belleza de la unión en el matrimonio

Ciudad del Vaticano,  (Zenit.org) Rocío Lancho García | 257 hits


El matrimonio se considera a menudo una forma de gratificación afectiva que puede constituirse en cualquier modo y modificarse según la sensibilidad de cada uno. Lamentablemente esta visión influye también en la mentalidad de los cristianos, causando una facilidad en el recurrir al divorcio o a la separación de hecho. Este ha sido uno de los temas afrontado por el Santo Padre, en el discurso entregado esta mañana a los obispos polacos, que se encuentran en Roma para la visita 'ad limina'. 

Por eso, el Papa ha insistido a los prelados en que "los pastores están llamados a interrogarse sobre cómo asistir a aquellos que viven en esta situación, para que no se sientan excluidos de la misericordia de Dios, del amor fraterno de otros cristianos y de la preocupación de la Iglesia por su salvación; sobre cómo ayudarles a no abandonar la fe y a hacer crecer a sus hijos en la plenitud de la experiencia cristiana.
Por otra parte, Francisco ha indicado que "es necesario preguntarse cómo mejorar la preparación de los jóvenes al matrimonio de forma que puedan descubrir cada vez más la belleza de esta unión, fundada en el amor y la responsabilidad, está capacidad de superar las pruebas, las dificultades, los egoísmo con el perdón recíproco, reparando lo que está en riesgo de estropearse y no cayendo en la trampa de la mentalidad del descarte".
Asimismo, el Papa pide que "las comunidades eclesiales sean lugares de escucha, de diálogo, de apoyo y de consuelo para los esposos, en su camino conyugal y en su misión educativa". Y puedan encontrar en los "pastores el apoyo de auténticos padres y guías espirituales, que les protegen de las amenazas de las ideologías negativas y les ayuden a convertirse fuertes en Dios y en su amor".
Hablando sobre la situación actual de los jóvenes y sus posibilidades de acceso a la información y la comunicación, Francisco recuerda las amplias posibilidades que ofrece la catequesis. "La religión cristiana, sin embargo, no es una ciencia abstracta, sino un conocimiento existencial de Cristo, una relación personal con Dios que es amor". Por ello, subraya, "es necesario quizá insistir más en la formación de la fe vivida como relación, en la cual se experimenta la alegría de ser amados y de poder amar".
Unas palabras dedicas también en el discurso a la vida consagrada y la vocación al sacerdocio. Sobre los seminaristas indica que la formación intelectual y pastoral debe ir siempre acompañada de la formación "humana y espiritual, para que vivan una intensa relación personal con el Buen Pastor, sean hombres de oración asidua, abiertos a la acción del Espíritu Santo, generosos, pobres en espíritu, llenos de amor ardiente por el Señor y por el prójimo".
Por otro lado, a los Institutos religiosos femeninos les ha deseado que "puedan continuar siendo, de forma adecuada a nuestros tiempos, lugares privilegiados de la afirmación y del crecimiento humano y espiritual de las mujeres". Y ha añadido que "las religiosas estén preparadas a afrontar las tareas y las misiones también difíciles y exigentes, que valoricen sus capacidades intelectuales, afectivas y espirituales, sus talentos y carismas personales".
Aprovechando esta ocasión de encuentro con los obispos polacos, Francisco ha mencionado a su predecesor Juan Pablo II, afirmando que en él se ha dado un "ejemplo luminoso de total abandono en Dios y en su Madre, y de completa dedicación a la Iglesia y al hombre".
Finalmente ha dirigido un pensamiento a los pobres, y ha pedido que animen a sus sacerdotes y religiosos y a todos los fieles a tener "la fantanría de la caridad" y practicarla siempre.

pastoralcatequeticadecartago.blogspot.com
Delegado: P. Luis Eduardo



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PAPA FRANCISCO
En su catequesis el Papa respondió a quienes afirman: “Cristo, sí; la Iglesia, no”.

PAPA FRANCISCO
“Aquellos que dicen 'yo creo en Dios pero no en los sacerdotes', dicen esto: Cristo, sí, la Iglesia, no. Pero es precisamente la Iglesia la que nos lleva a Dios; la Iglesia es la gran familia de los hijos de Dios. Es cierto que hay también aspectos humanos; en aquellos que la componen, pastores y fieles, hay defectos, imperfecciones, pecados... También el Papa tiene muchos. Pero lo bello es que cuando reconocemos que somos pecadores, cuando aceptamos que somos pecadores encontramos la misericordia de Dios. Dios siempre perdona, no olvidéis esto: ¡Dios siempre perdona!”.
El Papa recordó que a pesar de las limitaciones y los pecados de los hombres que forman la Iglesia, Dios ha querido darse a conocer a través de ella. 

PAPA FRANCISCO
“Pregúntate: ¿Amas la Iglesia? ¿Oras por ella? ¿Te sientes parte de esta familia? ¿Qué haces para que todos se sientan escuchados y comprendidos?”.





DECRETO No. 080
Monseñor José Alejandro Castaño Arbeláez, OAR.
Obispo de Cartago

En ejercicio de su jurisdicción episcopal


CONSIDERANDO

  
1.       Que es deber y derecho fundamental de la Iglesia LA ENSEÑANZA RELIGIOSA Y MORAL de cada uno de los fieles católicos.

2.       Que se debe velar continuamente por la enseñanza doctrinal de los fieles con miras a la digna recepción de cada uno de los sacramentos.

3.       Que la Diócesis de Cartago posee un legado de textos catequéticos escritos por el Obispo Emérito, Monseñor José Gabriel Calderón, y que se han publicado de nuevo para servicio y formación en los valores fundamentales de la fe y según el magisterio ordinario de la Iglesia.

4.       Que dicho material es necesario conocerlo y emplearlo como texto guía en todas las parroquias y ministerios catequísticos de la Diócesis.


 DECRETA


Artículo Primero:

                Los textos publicados hasta hoy,  y los que se publicaren en el futuro, se emplearán obligatoriamente con el fin de unificar los criterios y principios catequísticos en todas las parroquias de la Diócesis, Instituciones Educativas Católicas y Grupos Apostólicos.

Dado en Cartago a los 17 días del mes de Mayo de 2013.




+ JOSÉ ALEJANDRO CASTAÑO ARBELAEZ, OAR.
   Obispo de Cartago

                                                                                                           
                                                                                                              PBRO. OSCAR MARÍN GÓMEZ
                                                                                                     Canciller






Queridos catequistas: 


Ya es costumbre de muchos años que, ante la proximidad de la fiesta de San Pío X, les escriba una carta. Por medio de ella quiero saludarlos en su día, agradecerles el trabajo silencioso y fiel de cada semana, la capacidad de hacerse samaritanos que hospedan desde la fe, siendo rostros cercanos y corazones hermanos que permiten trasformar, de alguna manera, el anonimato de la gran ciudad.


Este año, el día del catequista nos encuentra ante un acontecimiento de gracia que ya empezamos a gustar. Dentro de dos meses comenzará el Año de la Fe que nuestro Papa Benedicto XVI ha convocado para “iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo…” (Carta Apostólica Porta Fidei, PF 2) 




Será ciertamente un año jubilar. De ahí la invitación que el mismo Papa nos hace a atravesar la “Puerta de la Fe”. Atravesar esta puerta es un camino que dura toda la vida pero que en este tiempo de gracia todos estamos llamados a renovar. Por esto me nace en este año exhortarlos, como pastor y como hermano, a que se animen a transitar el tiempo presente con la fuerza transformadora de este acontecimiento.



Todos recordamos la invitación tantas veces repetidas del Beato Juan Pablo II: “Abran las puertas al Redentor”. Dios nos exhorta nuevamente: Abran las puertas al Señor: la puerta del corazón, las puertas de la mente, las puertas de la catequesis, de nuestras comunidades… todas las puertas a la Fe.



En este abrir la puerta de la fe hay siempre un sí, personal y libre. Un sí que es respuesta a Dios que toma la iniciativa y se acerca al hombre para entablar con él un diálogo, en que el don y el misterio se hacen siempre presentes.



Un sí que la Virgen Madre supo dar en la plenitud de los tiempos, en aquella humilde aldea de Nazareth, para que se empezara a entretejer la alianza nueva y definitiva que Dios tenía preparada, en Jesús, para la humanidad toda.



Siempre nos hace bien volver nuestra mirada a la Virgen. Más a quienes, de una u otra manera, se nos confía la tarea de acompañar la vida de muchos hermanos, y así juntos, poder decirle sí a la invitación de creer.



Pero la catequesis se vería seriamente comprometida si la experiencia de la fe nos dejara encerrados y anclados en nuestro mundo intimista o en las estructuras y espacios que con los años hemos ido creando. Creer en el Señor es atravesar siempre la puerta de la fe que nos hace salir, ponernos en camino, desinstalarnos... No hay que olvidar que la primera iniciación cristiana que se dio en el tiempo y en la historia culminó en misión... que tuvo las características de visitación. Con toda claridad nos dice el relato de Lucas: María se puso en camino con rapidez y llena del Espíritu. 



La experiencia de la Fe nos ubica en Experiencia del Espíritu signada por la capacidad de ponerse en camino... No hay nada más opuesto al Espíritu que instalarse, encerrarse. Cuando no se transita por la puerta de la Fe, la puerta se cierra, la Iglesia se encierra, el corazón se repliega y el miedo y el mal espíritu “avinagran” la Buena Noticia. Cuando el Crisma de la Fe se reseca y se pone rancio el evangelizador ya no contagia sino que ha perdido su fragancia, constituyéndose muchas veces en causa de escándalo y de alejamiento para muchos.



El que cree es receptor de aquella bienaventuranza que atraviesa todo el Evangelio y que resuena a lo largo de la historia, ya en labios de Isabel: “Feliz de ti por haber creído”, ya dirigida por el mismo Jesús a Tomás: “¡Felices los que creen sin haber visto!”



Es bueno tomar conciencia de que hoy, más que nunca, el acto de creer tiene que trasparentar la alegría de la Fe. Como en aquel gozoso encuentro de María e Isabel, el Catequista debe impregnar toda su persona y su ministerio con la alegría de la Fe. Permítanme que les comparta algo de lo que los Obispos de la Argentina escribimos hace unos meses en un documento en el que bosquejamos algunas orientaciones pastorales comunes para el trienio 2012-2015: 



“La alegría es la puerta para el anuncio de la Buena Noticia y también la consecuencia de vivir en la fe. Es la expresión que abre el camino para recibir el amor de Dios que es Padre de todos. Así lo notamos en el Anuncio del ángel a la Virgen María que, antes de decirle lo que en ella va a suceder, la invita a llenarse de alegría. Y es también el mensaje de Jesús para invitar a la confianza y al encuentro con Dios Padre: alégrense. Esta alegría cristiana es un don de Dios que surge naturalmente del encuentro personal con Cristo Resucitado y la fe en él”.



Por eso me animo a exhortarlos con el Apóstol Pablo: Alégrense, alégrense siempre en el Señor… Que la catequesis a la cual sirven con tanto amor esté signada por esa alegría, fruto de la cercanía del Señor Resucitado (“los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor”, Jn. 20,20), que permite también descubrir la bondad de ustedes y la disponibilidad al llamado del Señor…

Y no dejen nunca que el mal espíritu estropee la obra a la cual han sido convocados. Mal espíritu que tiene manifestaciones bien concretas, fáciles de descubrir: el enojo, el mal trato, el encierro, el desprecio, el ninguneo, la rutina, la murmuración, el chismerío…



La Virgen María en la visitación nos enseña otra actitud que debemos imitar y encarnar: la cercanía.

Ella literalmente se puso en camino para acortar distancias. No se quedó en la noticia de que su parienta Isabel estaba embarazada. Supo escuchar con el corazón y por eso conmoverse con ese misterio de vida. La cercanía de María hacia su prima implicó un desinstalarse, no quedarse centrada en ella, sino todo lo contrario. El sí de Nazaret, propio de toda actitud de fe, se transformó en un sí que se correspondió en su actuar… Y la que por obra del Espíritu Santo fue constituida Madre del Hijo, movida por ese mismo Espíritu se transformó en servidora de todos por amor a su Hijo. Una fe fecunda en caridad, capaz de incomodarse para encarnar la pedagogía de Dios que sabe hacer de la cercanía su identidad, su nombre, su misión: “y lo llamará con el nombre de Emanuel” 



“El Dios de Jesús se revela como un Dios cercano y amigo del hombre. El estilo de Jesús se distingue por la cercanía cordial. 

Los cristianos aprendemos ese estilo en el encuentro personal con Jesucristo vivo, encuentro que ha de ser permanente empeño de todo discípulo misionero. Desbordado de gozo por ese encuentro, el discípulo busca acercarse a todos para compartir su alegría. La misión es relación y por eso se despliega a través de la cercanía, de la creación de vínculos personales sostenidos en el tiempo. El amigo de Jesús se hace cercano a todos, sale al encuentro generando relaciones interpersonales que susciten, despierten y enciendan el interés por la verdad. De la amistad con Jesucristo surge un nuevo modo de relación con el prójimo, a quien se ve siempre como hermano. (CEA, Orientaciones pastorales para el trienio 2012-2015) 



Cercanía que, me consta, se hace presente muchas veces en los encuentros catequísticos de Ustedes, en la diversas edades en que les toca acompañar los procesos de fe (niños-jóvenes-adultos). Pero siempre se nos puede filtrar el profesionalismo distante, la desubicación de creernos los “maestros que saben”, el cansancio y fatiga que nos baja las defensas y nos endurece el corazón... Recordemos aquello tan hermoso de la 1° Carta de Pablo a los cristianos de Tesalónica: “…fuimos tan condescendientes con ustedes, como una madre que alimenta y cuida a sus hijos. Sentíamos por ustedes tanto afecto, que deseábamos entregarles, no solamente la buena noticia de Dios, sino también nuestra propia vida: tan queridos llegaron a sernos.” (1Tes. 2, 7-8) 



Pero además, les pido que, no vean reducido su campo evangelizador a los catequizandos. Ustedes son privilegiados para contagiar la alegría y belleza de la Fe a las familias de ellos. Háganse eco en su pastoral catequística de esta Iglesia de Buenos Aires que quiere vivir en estado de misión.

Miren una y mil veces a la Virgen María. Que ella interceda ante su Hijo para que les inspire el gesto y la palabra oportuna, que les permita hacer de la Catequesis una Buena Noticia para todos, teniendo siempre presente que la “Iglesia crece, no por proselitismo, sino por atracción”. 



Soy consciente de las dificultades. Estamos en un momento muy particular de nuestra historia, incluso del país. El reciente Congreso Catequístico Nacional realizado en Morón fue muy realista en señalar las dificultades en la transmisión de la fe en estos tiempos de tantos cambios culturales. Quizás en más de una oportunidad el cansancio los venza, la incertidumbre los confunda e incluso lleguen a pensar que hoy no se puede proponer la fe, sino solamente contentarse con transmitir valores…



Por eso mismo, nuestro Papa Benedicto XVI nos invita a atravesar juntos la puerta de la Fe. Para renovar nuestro creer y en el creer de la Iglesia seguir haciendo lo que ella sabe hacer, en medio de luces y sombras. Tarea que no tiene origen en una estrategia de conservación, sino que es raíz de un mandato del Señor que nos da identidad, pertenencia y sentido. La misión surge de una certeza de la fe. De esa certeza que, en forma de Kerygma, la Iglesia ha venido trasmitiendo a los hombres a lo largo de dos mil años.

Certeza de la fe que convive con mil preguntas del peregrino. Certeza de la fe que no es ideología, moralismo, seguridades existenciales… sino el encuentro vivo e intransferible con una persona, con una acontecimiento, con la presencia viva de Jesús de Nazareth.



Por eso, me animo a exhortarlos: vivan este ministerio con pasión, con entusiasmo. 



La palabra entusiasmo (ενθουσιασμός) tiene su raíz en el griego “en-theos”, es decir: “que lleva un dios adentro.” Este término indica que, cuando nos dejamos llevar por el entusiasmo, una inspiración divina entra en nosotros y se sirve de nuestra persona para manifestarse. El entusiasmo es la experiencia de un “Dios activo dentro de mí” para ser guiado por su fuerza y sabiduría. Implica también la exaltación del ánimo por algo que causa interés, alegría y admiración, provocado por una fuerte motivación interior. Se expresa como apasionamiento, fervor, audacia y empeño. Se opone al desaliento, al desinterés, a la apatía, a la frialdad y a la desilusión.



El “Dios activo dentro” de nosotros es el regalo que nos hizo Jesús en Pentecostés, el Espíritu Santo: “Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto.” (Lc 24, 49). Se realiza así lo anunciado por los profetas, “les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes.” [c] (Ez. 36, 26) (CEA, Orientaciones pastorales para el trienio 2012-2015)



El entusiasmo, el fervor al cual nos llama el Señor, bien sabemos que no puede ser el resultado de un movimiento de voluntad o un simple cambio de ánimo. Es gracia... renovación interior, transformación profunda que se fundamenta y apoya en una Presencia, que un día nos llamó a seguirlo y que hoy, una vez más, se hace camino con nosotros, para transformar nuestros miedos en ardor, nuestra tristeza en alegría, nuestros encierros en nuevas visitaciones…



Al darte gracias de corazón por todo tu camino de catequista, por tu tiempo y tu vida entregada, le pido al Señor que te dé una mente abierta para recrear el diálogo y el encuentro entre quienes Dios te confía y un corazón creyente para seguir gritando que El está vivo y nos ama como nadie. Hay una estampa de María Auxiliadora que dice: [c]“Vos que creíste, ayudame!” Que Ella nos ayude a seguir siendo fieles al llamado del Señor… 



No dejes de rezar por mí para que sea un buen catequista. Que Jesús te bendiga y la Virgen Santa te cuide. Afectuosamente



Card. Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires

Buenos Aires, 21 de Agosto de 2012     



¡ERES CATEQUISTA!                                                           
TU MISIÓN ES TRANSFORMAR EL MUNDO 



Si tú has decidido y te has comprometido a ser un buen catequista, entonces:

* Ayudarás a que cada uno de tus alumnos descubra el amor de Dios en su vida, y haga del amor de Dios el motor de sus actitudes y acciones. 

* Ayudarás a que en la vida de aquellos que sean sus alumnos, desaparezcan las crisis de fe, la ignorancia, la indiferencia y la apatía religiosa que debilitan enormemente a la Iglesia.


 * Colaborarás a que Jesucristo se convierta en el centro, modelo y criterio de la vida de cada alumno, ayudándolo a conocerlo por el estudio completo y exigente de la doctrina católica, a amarlo por medio de la reflexión personal de las verdades de fe y a imitarlo por la vivencia de la fe y de un compromiso apostólico serio.

 * Colaborarás en la transformación en Cristo del corazón de cada uno de tus alumnos, logrando así la transformación de la sociedad de acuerdo al proyecto cristiano. 

TU MISIÓN
Transformar el mundo. Esa es tu misión. Esos son los frutos de tu trabajo que el mundo, la Iglesia y el mismo Jesucristo esperan de ti. Por esto, no cualquiera puede ser catequista. Se necesita que la persona elegida para esa misión cumpla con ciertos requisitos o cualidades que harán que su labor sea eficaz dentro de la Iglesia.


 “Los cristianos somos portadores de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras” (Aparecida 30)


 

1 comentario:

  1. Gracias a todos los que han participado en la creación de esta página, será de gran utilidad para todos los catequistas y para los cristianos en general.
    Dios con su Santo Espíritu siga iluminando sus mentes y sus corazones. Amén.
    Un fuerte abrazo
    Amparo

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