jueves, mayo 23, 2013

RENOVADOS POR EL ESPÍRITU SANTO

SOLEMNIDAD DE LA 
SANTÍSIMA TRINIDAD

MAESTRO BUENO

Maestro bueno yo quiero alcanzar
La vida eterna y la felicidad
Ya he cumplido todo cuanto pediste
Pero mi alma se inquieta mucho más
Mi vida entera no deja de entender
Que yo he nacido para la eternidad
En Dios descansa mi débil corazón
Maestro bueno dime qué debo hacer.

Ven, y sígueme
Ven, yo soy el camino
Yo soy la verdad, yo soy la vida
He vencido a la muerte
Ya no puedes temer
Ven, levántate
Ven, a ti te lo digo
Busca en tu interior
una gracia infinita , un tesoro divino
que podrás repartir.

Ya todo eso lo puedo comprender
Pero la duda y la debilidad
Buscan herir mi anhelo noble y santo
Amigo bueno ayúdame a vender
La santidad es un don que se haya en todos
Brota y florece creyendo de verdad
Quisiera fuerzas para poder vivirla
Amigo bueno yo la quiero alcanzar.

Ven, y sígueme
Ven, yo soy el camino
Yo soy la verdad, yo soy la vida
He vencido a la muerte
Ya no puedes temer
Ven, levántate
Ven, a ti te lo digo
Busca en tu interior
una gracia infinita , un tesoro divino
que podrás repartir (bis)


LA ORACIÓN HACE MILAGROS

Una oración valiente, humilde y fuerte, obtiene milagros

"Todos nosotros tenemos un poco de incredulidad en el interior". Es necesaria “una oración fuerte, y esta oración humilde y fuerte hace que Jesús pueda hacer el milagro. La oración para pedir un milagro, para pedir una acción extraordinaria debe ser una oración que involucre, que nos involucre a todos".
s.s. Francisco



EL SANTO CURA DE ARS


La principal labor del Cura de Ars fue la dirección de almas. No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a él de otras parroquias, luego de lugares distantes, más tarde de todas partes de Francia, y finalmente de otros países. Ya en 1835, su obispo le prohibió asistir a los retiros anuales del clero diocesano porque "las almas le esperaban allí". Durante los últimos diez años de su vida, pasó de dieciséis a dieciocho horas diarias en el confesionario. 

Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación, pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos. En 1855, el número de peregrinos había alcanzado los veinte mil al año. Las personas más distinguidas visitaban Ars con la finalidad de ver al santo cura y oír su enseñanza cotidiana. 

 Su dirección se caracterizaba por el sentido común, su notable perspicacia, y conocimiento sobrenatural. A veces adivinaba pecados no revelados en una confesión imperfecta. 

Sus instrucciones se daban en lenguaje sencillo, lleno de imágenes sacadas de la vida diaria y de escenas campestres, pero que respiraban fe y ese amor de Dios que era su principio vital y que infundía en su audiencia tanto por su modo de comportarse y apariencia como por sus palabras, pues al final, su voz era casi inaudible.


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