lunes, enero 20, 2014

UN SALUDO EN CRISTO JESÚS 
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martes, junio 11, 2013

PALABRAS DE S.S FRANCISCO A LOS CATEQUISTAS



¿Quién es el catequista? Es el que custodia y alimenta la memoria de Dios; la custodia en sí mismo y sabe despertarla en los demás. Qué bello es esto: hacer memoria de Dios, como la Virgen María que, ante la obra maravillosa de Dios en su vida, no piensa en el honor, el prestigio, la riqueza, no se cierra en sí misma. Por el contrario, tras recibir el anuncio del Ángel y haber concebido al Hijo de Dios, ¿qué es lo que hace? Se pone en camino, va donde su anciana pariente Isabel, también ella encinta, para ayudarla; y al encontrarse con ella, su primer gesto es hacer memoria del obrar de Dios, de la fidelidad de Dios en su vida, en la historia de su pueblo, en nuestra historia: «Proclama mi alma la grandeza del Señor... porque ha mirado la humillación de su esclava... su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (cf.  Lc 1,46.48.50). María tiene memoria de Dios.

El catequista es precisamente un cristiano que pone esta memoria al servicio del anuncio; no para exhibirse, no para hablar de sí mismo, sino para hablar de Dios, de su amor y su fidelidad. Hablar y transmitir todo lo que Dios ha revelado, es decir, la doctrina en su totalidad, sin quitar ni añadir nada.

El catequista, pues, es un cristiano que lleva consigo la memoria de Dios, se deja guiar por la memoria de Dios en toda su vida, y la sabe despertar en el corazón de los otros. Esto requiere esfuerzo. Compromete toda la vida. El mismo Catecismo, ¿qué es sino memoria de Dios, memoria de su actuar en la historia, de su haberse hecho cercano a nosotros en Cristo, presente en su Palabra, en los sacramentos, en su Iglesia, en su amor? Queridos catequistas, les pregunto: ¿Somos nosotros memoria de Dios? ¿Somos verdaderamente como centinelas que despiertan en los demás la memoria de Dios, que inflama el corazón?

El catequista es un hombre de la memoria de Dios si tiene una relación constante y vital con él y con el prójimo; si es hombre de fe, que se fía verdaderamente de Dios y pone en él su seguridad; si es hombre de caridad, de amor, que ve a todos como hermanos; si es hombre de «hypomoné», de paciencia, de perseverancia, que sabe hacer frente a las dificultades, las pruebas y los fracasos, con serenidad y esperanza en el Señor; si es hombre amable, capaz de comprensión y misericordia.


jueves, mayo 23, 2013

ALGO DIFERENTE...

RENOVADOS POR EL ESPÍRITU SANTO

SOLEMNIDAD DE LA 
SANTÍSIMA TRINIDAD

MAESTRO BUENO

Maestro bueno yo quiero alcanzar
La vida eterna y la felicidad
Ya he cumplido todo cuanto pediste
Pero mi alma se inquieta mucho más
Mi vida entera no deja de entender
Que yo he nacido para la eternidad
En Dios descansa mi débil corazón
Maestro bueno dime qué debo hacer.

Ven, y sígueme
Ven, yo soy el camino
Yo soy la verdad, yo soy la vida
He vencido a la muerte
Ya no puedes temer
Ven, levántate
Ven, a ti te lo digo
Busca en tu interior
una gracia infinita , un tesoro divino
que podrás repartir.

Ya todo eso lo puedo comprender
Pero la duda y la debilidad
Buscan herir mi anhelo noble y santo
Amigo bueno ayúdame a vender
La santidad es un don que se haya en todos
Brota y florece creyendo de verdad
Quisiera fuerzas para poder vivirla
Amigo bueno yo la quiero alcanzar.

Ven, y sígueme
Ven, yo soy el camino
Yo soy la verdad, yo soy la vida
He vencido a la muerte
Ya no puedes temer
Ven, levántate
Ven, a ti te lo digo
Busca en tu interior
una gracia infinita , un tesoro divino
que podrás repartir (bis)


LA ORACIÓN HACE MILAGROS

Una oración valiente, humilde y fuerte, obtiene milagros

"Todos nosotros tenemos un poco de incredulidad en el interior". Es necesaria “una oración fuerte, y esta oración humilde y fuerte hace que Jesús pueda hacer el milagro. La oración para pedir un milagro, para pedir una acción extraordinaria debe ser una oración que involucre, que nos involucre a todos".
s.s. Francisco



EL SANTO CURA DE ARS


La principal labor del Cura de Ars fue la dirección de almas. No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a él de otras parroquias, luego de lugares distantes, más tarde de todas partes de Francia, y finalmente de otros países. Ya en 1835, su obispo le prohibió asistir a los retiros anuales del clero diocesano porque "las almas le esperaban allí". Durante los últimos diez años de su vida, pasó de dieciséis a dieciocho horas diarias en el confesionario. 

Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación, pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos. En 1855, el número de peregrinos había alcanzado los veinte mil al año. Las personas más distinguidas visitaban Ars con la finalidad de ver al santo cura y oír su enseñanza cotidiana. 

 Su dirección se caracterizaba por el sentido común, su notable perspicacia, y conocimiento sobrenatural. A veces adivinaba pecados no revelados en una confesión imperfecta. 

Sus instrucciones se daban en lenguaje sencillo, lleno de imágenes sacadas de la vida diaria y de escenas campestres, pero que respiraban fe y ese amor de Dios que era su principio vital y que infundía en su audiencia tanto por su modo de comportarse y apariencia como por sus palabras, pues al final, su voz era casi inaudible.